Un aluvión de recursos y efectos escénicos se suceden en esta obra de múltiples personajes y espacios donde la escenografía del drama romántico despliega toda su potencialidad.En manos del duque de Rivas, la palabra adquiere una enorme variedad de matices, trasladándonos con sorprendente habilidad desde los ambientes costumbristas más populares,en que la prosa normalmente asume el protagonismo, a la armoniosa y elegante musicalidad del verso, insuperable en las intervenciones de los personajes protagonistas de la historia. Es, en definitiva, Don Álvaro o La fuerza del sino una preciosa invención escénica pensada para entretener, causar admiración, seducir, provocar, desesperar, emocionar y hacer vivir con intensidad situaciones que la realidad—afortunadamente— no suele ofrecer, aunque sean trágicas.